El enfermo imaginario, ha sido siempre una obra que a muchos directores les ha dado miedo interpretar dado que su autor murió en escena durante la representación.
Superstición, leyenda, ¿será una obra maldita?, ¿Hay obras malditas?
Entremos en materia.
Macbeth escrita por el gran William Shakespeare, es la obra maldita por excelencia.
Los actores, representantes, directores, hasta los utileros, se niegan a pronunciar este nombre, sobre todo en el mundo anglosajón. Cuando hablan de ella se refieren a la “tragedia escocesa” así no pronuncian su nombre. El propio argumento ya nos pone sobre la pista.
Al noble Macbeth le mueve la fatalidad escrita en las estrellas y la ambición es lo que genera que entre en un proceso de autodestrucción. El cumplimiento inmediato de la primera profecía y la ambición de su esposa, le llevarán a cometer un crimen para alcanzar lo que antes le habían augurado.
Tres brujas le anuncian un destino que le llevará en poco tiempo a ser rey de Escocia. Según la leyenda, fueron brujas reales originalmente contratadas para actuar como brujas en las primeras funciones, ya que ninguna actriz quería hacer el papel, y los hechizos que utilizaban se decía que eran auténticos. Una bruja maldijo la obra como venganza por haber revelado secretos de estos encantamientos. Se comenta que son hechizos malvados, que van echando maldiciones a diestra y siniestra a los que participan en esta obra y hasta a sus espectadores. Si un actor hace de Macbeth, le caerá la ruina total y nunca podrá triunfar. El conocidísimo actor Peter O´Toole interpretó Macbeth y este fue el peor momento de su carrera un auténtico fracaso.
La fatalidad se encargó de aumentar su mala fama en el año 1964, cuando se quemó un teatro nuevo en Lisboa que estaba representando esa misma obra.
España también tiene sus propias obras malditas, en este caso se trata de una zarzuela La Tempestad, del autor Ruperto Chapí con libreto de Miguel Ramos Carrión.
Esta obra fue todo un éxito en 1882, a pesar de las críticas que tuvo en la época.
A raíz de entonces en los teatros y lugares donde se ha montado esta obra la desgracia se ha cebado con ellos. Representantes arruinados, directores sin obras, actores sin empleo…
El infortunio es el protagonista cuando se habla de La Tempestad.
Otra zarzuela, que ha llevado a la superstición es la famosa Leyenda del Beso, esta obra de Reveriano Soutullo y Juan Vert, tiene una parte maldita para muchos entendidos, lo que se llama la Romanza de la amapola.
En esta escena se ve como una gitana llamada Amapola lee la mano a nuestro protagonista, un joven noble llamado Mario, se dice que en esos momentos la mala suerte se apodera del actor, puede llegar a causarle un sin fin de desgracias y en ocasiones hasta la muerte. Esta parte del Acto II en diversas ocasiones ha sido omitido, por miedo a las desgracias, por miedo al fracaso.
Acto II
En el campamento de los gitanos Iván expresa sus penas de amor mientras afila su cuchillo. Llega Gorón, amigo de Mario, y baila un fox-trot con las gitanas. La fiesta gitana está a punto de empezar y se acercan el resto de los nobles con Mario, a quien Amapola lee el porvenir. La fiesta comienza y Mario hace un brindis, ofreciendo su copa a Amapola. Iván, celoso, se enfrenta a él y se la arrebata tirándola violentamente al suelo. Los nobles y los gitanos evitan la pelea entre Mario e Iván
Y no son de ahora estas creencias. En la Crónica Sueca podemos leer un hecho bastante curioso y escalofriante.
Corría el año 1513 y se estaba representando en el palacio de Alborg la obra El Misterio de la Pasión ante Juan II, rey de Suecia, Dinamarca y Noruega.
El actor que representaba a Longinos, emocionado por el ímpetu de su papel, clavó realmente la lanza en el costado del desventurado actor que hacía de Cristo, cayendo muerto al instante, aplastando en su caída a la actriz que hacía de Virgen María.
El rey Juan II, encolerizado por lo que estaba viendo, subió al escenario, se lanzó contra el actor culpable del desaguisado y le cortó allí mismo la cabeza. A la salida del espectáculo, los otros asistentes, a quienes les había gustado el modo tan realista de representar a Longinos, en un arrebato de furia mataron al monarca. Todo un lío histórico, tanto que le tuvo que suceder en el trono Cristián II.
La mencionada obra, teñida ya de sangre, no se volvió a representar durante años, por si acaso…
Se podría decir que es el colmo de la mala suerte sino supiéramos que existen otros ejemplos muy significativos, aunque mucho menos sangrientos.
Aunque para fatalidad la que tuvo el cantante de ópera norteamericano Leonard Warren que, en 1960, actuaba en La forza del destino –de Verdi– en el Teatro Metropolitan de Nueva York, representando el personaje de Don Carlo.
Acababa de iniciar la famosa aria: “¡Oh fatal urna de mi destino!”, y cuando llegó precisamente a la palabra “fatal”, se tambaleó, cayó hacia delante de repente y murió de un ataque cardíaco. Ni que decir que desde ese momento esta ópera y esta aria, en concreto, empezó a generar cierta desazón…
Además de obras, existen autores que adquirieron el dudoso privilegio de ser considerados nefastos. Un claro ejemplo es el del dramaturgo y escritor barcelonés Jacinto Grau, autor de comedias como Don Juan de Carillana (1913) o El hijo pródigo (1918).
Sin embargo su fama de autor nefasto está dada por El señor de Pigmalión (1921) donde aborda el tema del teatro dentro del teatro.
Pues bien, en España ningún empresario quería representar sus obras, y en concreto ésta última, por su terrible fama negativa. En un reportaje concedido en 1974 al matutino La Nación, José Cibrián contaba que cuando su padre puso en escena la citada obra en un teatro de Madrid, en la década de los años 30, todo el mundo le llamaba insensato, y más aún cuando en uno de los últimos ensayos uno de los intérpretes se presentó, pese a que padecía una seria dolencia pulmonar.
El actor pagaría con su vida el exceso de profesionalismo, y muchos compañeros le atribuyeron la desgracia a la presunta influencia nefasta de don Jacinto, renunciando a sus papeles.
La mala suerte parecía acompañarle a todas partes, durante una conferencia que Jacinto Grau dio en un teatro de Buenos Aires, se cayó la lámpara del techo hiriendo de gravedad a varias personas.
Creo que ahí lo dejamos.
Superstición, leyenda, ¿será una obra maldita?, ¿Hay obras malditas?
Entremos en materia.
Macbeth escrita por el gran William Shakespeare, es la obra maldita por excelencia.
Los actores, representantes, directores, hasta los utileros, se niegan a pronunciar este nombre, sobre todo en el mundo anglosajón. Cuando hablan de ella se refieren a la “tragedia escocesa” así no pronuncian su nombre. El propio argumento ya nos pone sobre la pista.
Al noble Macbeth le mueve la fatalidad escrita en las estrellas y la ambición es lo que genera que entre en un proceso de autodestrucción. El cumplimiento inmediato de la primera profecía y la ambición de su esposa, le llevarán a cometer un crimen para alcanzar lo que antes le habían augurado.
Tres brujas le anuncian un destino que le llevará en poco tiempo a ser rey de Escocia. Según la leyenda, fueron brujas reales originalmente contratadas para actuar como brujas en las primeras funciones, ya que ninguna actriz quería hacer el papel, y los hechizos que utilizaban se decía que eran auténticos. Una bruja maldijo la obra como venganza por haber revelado secretos de estos encantamientos. Se comenta que son hechizos malvados, que van echando maldiciones a diestra y siniestra a los que participan en esta obra y hasta a sus espectadores. Si un actor hace de Macbeth, le caerá la ruina total y nunca podrá triunfar. El conocidísimo actor Peter O´Toole interpretó Macbeth y este fue el peor momento de su carrera un auténtico fracaso.
La fatalidad se encargó de aumentar su mala fama en el año 1964, cuando se quemó un teatro nuevo en Lisboa que estaba representando esa misma obra.
España también tiene sus propias obras malditas, en este caso se trata de una zarzuela La Tempestad, del autor Ruperto Chapí con libreto de Miguel Ramos Carrión.
Esta obra fue todo un éxito en 1882, a pesar de las críticas que tuvo en la época.
A raíz de entonces en los teatros y lugares donde se ha montado esta obra la desgracia se ha cebado con ellos. Representantes arruinados, directores sin obras, actores sin empleo…
El infortunio es el protagonista cuando se habla de La Tempestad.
Otra zarzuela, que ha llevado a la superstición es la famosa Leyenda del Beso, esta obra de Reveriano Soutullo y Juan Vert, tiene una parte maldita para muchos entendidos, lo que se llama la Romanza de la amapola.
En esta escena se ve como una gitana llamada Amapola lee la mano a nuestro protagonista, un joven noble llamado Mario, se dice que en esos momentos la mala suerte se apodera del actor, puede llegar a causarle un sin fin de desgracias y en ocasiones hasta la muerte. Esta parte del Acto II en diversas ocasiones ha sido omitido, por miedo a las desgracias, por miedo al fracaso.
Acto II
En el campamento de los gitanos Iván expresa sus penas de amor mientras afila su cuchillo. Llega Gorón, amigo de Mario, y baila un fox-trot con las gitanas. La fiesta gitana está a punto de empezar y se acercan el resto de los nobles con Mario, a quien Amapola lee el porvenir. La fiesta comienza y Mario hace un brindis, ofreciendo su copa a Amapola. Iván, celoso, se enfrenta a él y se la arrebata tirándola violentamente al suelo. Los nobles y los gitanos evitan la pelea entre Mario e Iván
Y no son de ahora estas creencias. En la Crónica Sueca podemos leer un hecho bastante curioso y escalofriante.
Corría el año 1513 y se estaba representando en el palacio de Alborg la obra El Misterio de la Pasión ante Juan II, rey de Suecia, Dinamarca y Noruega.
El actor que representaba a Longinos, emocionado por el ímpetu de su papel, clavó realmente la lanza en el costado del desventurado actor que hacía de Cristo, cayendo muerto al instante, aplastando en su caída a la actriz que hacía de Virgen María.
El rey Juan II, encolerizado por lo que estaba viendo, subió al escenario, se lanzó contra el actor culpable del desaguisado y le cortó allí mismo la cabeza. A la salida del espectáculo, los otros asistentes, a quienes les había gustado el modo tan realista de representar a Longinos, en un arrebato de furia mataron al monarca. Todo un lío histórico, tanto que le tuvo que suceder en el trono Cristián II.
La mencionada obra, teñida ya de sangre, no se volvió a representar durante años, por si acaso…
Se podría decir que es el colmo de la mala suerte sino supiéramos que existen otros ejemplos muy significativos, aunque mucho menos sangrientos.
Aunque para fatalidad la que tuvo el cantante de ópera norteamericano Leonard Warren que, en 1960, actuaba en La forza del destino –de Verdi– en el Teatro Metropolitan de Nueva York, representando el personaje de Don Carlo.
Acababa de iniciar la famosa aria: “¡Oh fatal urna de mi destino!”, y cuando llegó precisamente a la palabra “fatal”, se tambaleó, cayó hacia delante de repente y murió de un ataque cardíaco. Ni que decir que desde ese momento esta ópera y esta aria, en concreto, empezó a generar cierta desazón…
Además de obras, existen autores que adquirieron el dudoso privilegio de ser considerados nefastos. Un claro ejemplo es el del dramaturgo y escritor barcelonés Jacinto Grau, autor de comedias como Don Juan de Carillana (1913) o El hijo pródigo (1918).
Sin embargo su fama de autor nefasto está dada por El señor de Pigmalión (1921) donde aborda el tema del teatro dentro del teatro.
Pues bien, en España ningún empresario quería representar sus obras, y en concreto ésta última, por su terrible fama negativa. En un reportaje concedido en 1974 al matutino La Nación, José Cibrián contaba que cuando su padre puso en escena la citada obra en un teatro de Madrid, en la década de los años 30, todo el mundo le llamaba insensato, y más aún cuando en uno de los últimos ensayos uno de los intérpretes se presentó, pese a que padecía una seria dolencia pulmonar.
El actor pagaría con su vida el exceso de profesionalismo, y muchos compañeros le atribuyeron la desgracia a la presunta influencia nefasta de don Jacinto, renunciando a sus papeles.
La mala suerte parecía acompañarle a todas partes, durante una conferencia que Jacinto Grau dio en un teatro de Buenos Aires, se cayó la lámpara del techo hiriendo de gravedad a varias personas.
Creo que ahí lo dejamos.