MELODIAS INOLVIDABLES

La ópera es el género musical que combina la acción dramática con el canto y viene representándose desde mediados del siglo XVII, habiendose producido maravillosas obras tanto en sus música como en sus textos.
Pero hay otro género dramático que apareció a fines del siglo XIX y se ha desarrollado durante todo el siglo pasado: el teatro musical.
Éste que no es producto de la ópera o la opereta, compitió con ellas cuando el 12 de septiembre de 1866 se estrena en Nueva York The Black Crook,  pieza que se sujeta a lo que se conoce como un musical, y aunque duraba casi cinco horas y media, alcanzó 474 funciones.
Así, el teatro musical, ha aportado hermosas canciones que perduran muchos años despues de haberse estrenado y que por sí solas permanecen en la memoria colectiva -ignorándose en algunos casos- la obra a la que pertenecen.
Hoy quiero que recordemos juntos algunas de esas melodías inolvidables.
Vayamos a los años treinta, se estrena "Porgy and Bess" (que en realidad es una ópera, no un musical, aunque algunos la llaman folk-opera) con música de George Gershwin y letras de su hermano Ira Gershwin, Du Bose y Dorothy Heyward. De esa célebre pieza la más recordada es "Summertime"



En 1957 se estrena en Broadway "West side story" versión libre de Romeo y Julieta que trasladaba la acción a los barrios latinos de New York y reemplazaba a los habitantes de Verona por portorriqueños y neoyorkinos. De esa obra, una de las canciones más famosas y pegadizas es "América". La música fue compuesta por Leonard Bernstein y la letra por Stephen Sondheim.


Muerte y vida severina, es un poema  escrito por Joao Cabral de Melo Neto, publicado en 1966 y musicalizado por Chico Buarque de Holanda y estrenado ese mismo año como obra teatral en el TUCA, teatro de la Universidad Católica de Sao Paulo. En Lima la estrena el grupo Duende Teatro Experimental Ambulante, con la actuación de los aún estudiantes Alfredo Ormeño, Maura Serpa , Edgar Nadal y Jorge Sarmiento.
"El funeral del labrador" es la canción símbolo de esta pieza teatral



Dos años más tarde,en el Biltmore Theater de Broadway se estrena el 29 de abril de 1968 el musical Hair (Pelo) subtitulado como The American Tribal Love/Rock Musical con letras de James Rado y Gerome Ragni y Galt MacDermot, quien escribió la música, y se mantuvo durante 1472 funciones. De esta obra es la canción "Aquarius" la más conocida de fines de los 60, aunque muchos no sepan de que pieza teatral se origina.



Casi a finales del siglo pasado, hace su estreno Cats, un musical basado en la obra Old Possum's Book of Practical Cats de T. S. Eliot, compuesto por Andrew Lloyd Webber. Si bien es cierto es el musical más representado en la historia teatral, no todas sus canciones son conocidas. Sin embargo "Memory" por el romanticismo que encierra, ha quedado en el recuerdo de todos nosotros.


Que no son todas las que estan ni estan todas las que son, es cierto, pero estas cuatro canciones estoy seguro nos traerán los mas gratos e inolvidables recuerdos.

ACTUAR: UN SOPLO DE VIDA... O DE MUERTE.

No hay arte más efímero que el del actor.
A diferencia de la plástica, de la música o la literatura en que el trabajo del artista es tangible, con el nuestro no sucede lo mismo.
Claro que algunos dirán que para eso están las filmaciones cinematográficas o las grabaciones de video. Pero darle el valor exacto como la expresión del arte del actor a una filmación es como considerar obra de arte a una fotocopia de la Gioconda. Ni punto de comparación.
Con un cuadro o una novela nuestros sentidos se impresionan de manera directa, tal como sucede con una buena actuación en la cual vemos – y oímos- hasta respirar al actor en escena, compartimos sus emociones en forma directa y personal, algo que una fotografía es incapaz de trasmitir.
Los actores vivimos en permanente contacto con la muerte, nuestro arte muere al cerrarse el telón o apagarse las luces del escenario, el personaje al que le hemos dado vida se queda sin ella en el momento en que suena el primer aplauso del fin de la presentación. Esos aplausos reconocen la interpretación que hemos hecho de ese personaje y nada más.
Conversaba con unos amigos actores luego de haber participado en un minuto de silencio por un colega fallecido, y coincidíamos en que al actor no se le debe guardar un minuto de silencio sino darle un minuto de aplausos, hacer lo primero es aumentar su ausencia en el mundo.
Cada vez que entro a un teatro vacío, siento algo dentro de mí que es indescriptible.
Una soledad angustiante, un silencio que hace retumbar mis pasos repitiéndolos en un eco interminable y casi escalofriante.
Mirar desde el patio de butacas al escenario es como ver el infinito lleno de sombras del pasado, de sombras que aguardan a que alguien les dé vida. La vista se pasea por todo el ambiente, las cortinas negras de las patas asemejan columnas que se elevan a lo alto y nos presentan, ante ellas, insignificantes y desoladoramente mortales.
Hacia arriba el telar con sus tachos apagados y fríos nos sume en la negrura de la eternidad interrumpida por una sequedad en la boca que nos obliga a tragar saliva y bajar la mirada.
Los bastidores, los pocos elementos escenográficos que pudiera haber en escena, nos abrazan en fantasmal ronda.
Bajamos lentamente algunos escalones y salimos por entre las butacas vacías tratando de retener una lágrima que pugna por salir de nuestros ojos.
La vida está entre tachos y bastidores, fuera de ese espacio, el telón abierto, las luces apagadas, los trastos mudos, son una clara y brutal demostración de lo efímera que es la vida del actor.