(Una respuesta al mensaje de
Anatoly Vasíliev)
El escritor mexicano Sergio
Zurita responde al mensaje de Anatoly Vasílev encargado por el Instituto
Internacional del Teatro por el Día Mundial del Teatro.
"El Instituto Internacional del
Teatro (ITI por sus siglas en inglés) se autodefine, en su página de Internet,
como “una organización de profesionales bajo el paraguas (sic) de la UNESCO ”. Estos
profesionales decidieron que el 27 de marzo es el Día Mundial del Teatro. Para
conmemorarlo, cada año eligen a una persona que consideran importante para que
escriba un mensaje al respecto. Esto viene ocurriendo desde 1962. Si uno va al
teatro y resulta ser 27 de marzo, es posible que los actores, al terminar la
función, le digan al público que es día del teatro. A veces leen el mensaje
publicado por el ITI y, casi invariablemente, dicen una cursilería e invitan a
la gente a seguir yendo al teatro, como si pidieran limosna.
Este año, el mensaje del día
mundial lo dio el director ruso Anatoly Vasíliev. Yo no sabía quién era, pero
leí su mensaje. Empieza así: “¿Necesitamos teatro? Ésa es la pregunta que surge
en miles de profesionales del teatro decepcionados y en millones de personas
cansadas de él”. La pregunta es interesante y provocadora, lo malo es la
respuesta: “El teatro puede decirnos todo. Cómo los dioses habitan en el cielo,
y cómo los presos languidecen en cuevas subterráneas, y cómo la pasión nos
puede elevar (...) y cómo la gente vive en departamentos, mientras que los
niños se marchitan en campos de refugiados” y bla, bla, bla. El mensaje
concluye diciendo que el único teatro que no es necesario es “un teatro de
políticos” y “un teatro de terror cotidiano”. Si guglean “Anatoly Vasíliev”, lo
primero que aparece es una página de Wikipedia donde el director ruso está
sonriente, estrechando la mano de Vladimir Putin, un maestro del teatro
político y del terror cotidiano.
En uno de los pocos mensajes del
Día Mundial del Teatro que sí dicen algo útil y razonable, el gran Peter Brook
afirmó: “Las personas que trabajan en el teatro tienen un carácter y una
característica particular. Son muy emotivos. Por ser muy emotivos, sus estados
de ánimo cambian rápidamente. Cambian rápidamente, por ejemplo, hacia el enojo.
En los movimientos revolucionarios de todo el mundo, es frecuente que los
actores sean de los primeros en unirse a la protesta, en alzar sus voces. Sin
embargo, en las secuelas no revolucionarias, esas mismas gentes de teatro son,
con frecuencia, de los primeros en instalarse de nuevo en el pasado”.
Quienes hacemos teatro somos, en
efecto, muy emotivos. Y los rusos lloran por todo, así que la combinación de
ambas cosas resulta, en el mensaje de Vasíliev, un melodramón. Dice que el
teatro puede decirnos “todo”. Falso. No puede decirnos si tenemos pulmonía o
influenza. Y respecto a los niños “marchitándose” en campos de refugiados,
podemos enterarnos en las noticias. El teatro puede acercarnos a la belleza y
mucho más. Pero eso también lo puede hacer el cine, la música, la literatura,
todas las otras artes y hasta las gestas deportivas. Entonces, ¿qué distingue
al teatro de todos los demás espectáculos?
La respuesta puede estar en el
origen: la necesidad de representación. Desde que los seres humanos lo son, han
tenido la necesidad de explicarse el mundo. ¿Quién había hecho el mar y las
montañas? Un ser superior. Que a veces, cuando llegaban las catástrofes
naturales, parecía castigarlos. Para evitar ser castigados, le hacían ofrendas.
Es decir, hacían para él una representación y las cosas que usaban (animales
decapitados, adornos) se transformaron en símbolos para comunicarse con el ser
supremo.
La representación no es otra cosa
que teatro. El teatro nació como rito y tenía un uso específico. Hoy sigue
habiendo ritos, pero ignoramos sus símbolos. En las bodas, las novias siguen
usando velo, pero ignoran que el velo fue inventado para protegerlas de
espíritus malignos. Como las bodas, el teatro se sigue haciendo, pero hemos
olvidado para qué. El Tao Te Ching dice: “El rito es la cáscara de la fe
auténtica y el comienzo del caos”.
Hacemos teatro porque queremos
decir algo y que la gente lo oiga. Pero a eso le pueden estorbar muchas cosas:
un deseo de que nuestros colegas vean lo bien que actuamos, escribimos o
dirigimos. Un productor idiota que busca actores famosos (aunque idiotas) y
monta obras “para que la gente se ría”, cuando en el teatro la risa no debe ser
el fin, sino el medio para decir algo más. Y el peor de todos los obstáculos:
el “creador” teatral que estrecha la mano del Putin en turno y tiene dinero del
Estado para montar obras que sólo él goza.
Si queremos que la gente se
convierta en público teatral, no basta con montar una obra, anunciarla, esperar
que llegue la multitud, luego llorar porque no va nadie y echarle la culpa a la
inseguridad, a la televisión, al tráfico o a Internet. Como dijo Bruce
Springsteen: “Si quieres tener un público, debes ir por él”. Ir por el público
significa ser como los primeros hombres: si no hacían aquellas representaciones
lo mejor que podían, su Dios los iba a matar.
Vasíliev asegura que “el teatro
siempre ha estado y siempre prevalecerá”. Siempre ha estado, pero puede dejar
de existir si los teatros y sus empleados están sucios; si con cada incentivo
fiscal (Efiteatro) (1) sólo se enriquecen unos advenedizos que no saben nada de
teatro; si la cartelera oscila entre la prostitución del teatro comercial y el
onanismo del teatro “de arte”. Estamos ante la cáscara del rito del teatro.
Ante el teatro desvalido que necesita el “paraguas” de la UNESCO. Dentro de
la cáscara no hay nada. Y algo más: incluso si se logra que el teatro reviva,
mucha gente puede vivir perfectamente bien sin el teatro. Dejémonos de
vanidades".
(1) EFITEATRO es un estímulo fiscal para
los contribuyentes del impuesto sobre la renta que otorga el Artículo 226 Bis
de la Ley del
Impuesto sobre la Renta ,
con el fin de apoyar a los Proyectos de Inversión en la Producción Teatral
Nacional.
A través de EFITEATRO, los contribuyentes
que aporten a Proyectos de Inversión en la Producción Teatral
Nacional en México autorizados por el Comité Interinstitucional de dicho
estímulo, pueden obtener un crédito fiscal, equivalente al monto de su
aportación, aplicable contra el impuesto sobre la renta del ejercicio en el que
se determine el crédito o poder aplicarlo en los diez ejercicios siguientes,
hasta agotarlo.
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