V. LA CULTURA DE LA VIOLENCIA
La dramaturgia, como creación
colectiva, recoge, en su imaginario, la cultura de la violencia, esta nueva
expresión de la historia que está determinando un Perú inédito. Ha surgido en
los últimos años una interacción entre la creación dramática y las ciencias
sociales como actitud reflexiva de los colectivos teatrales frente a los
interrogantes que plantea el momento presente.
El teatro de grupo asume como
desafío histórico la presencia de la violencia y todos los problemas anejos en
su nueva dramaturgia. Esta reflexión en y sobre la cultura peruana, ya sea lo
andino como lo urbano, es paradigmática en la búsqueda de la nueva estética
teatral.
Hemos sido jurado en todos los concursos convocados por el TUSM y por
CELCIT Perú en los últimos 17 años para autores peruanos y hemos comprobado que
en la última década, sobre todo en el último lustro, no menos de un quinto de
las obras presentadas tenía argumentos con temática senderista (Sendero
Luminoso) en pro o en contra.
Ha surgido entre los sociólogos la especialidad
de senderólogo. Sendero es un grupo armado, de la vía violenta, inspirado
ideológicamente en la doctrina maoista y en el Khmer Rouge de Campuchea
(Camboya).
Además de las obras conocidas por los concursos, circulan muchas
dactiloescritas y en tránsito clandestino en las cárceles y zonas rojas del
territorio. Algunas de las obras de los concursos, inspiradas en la cultura de
la violencia y no pro Senderistas, las recordamos por su excelente construcción
dramática influida por el Brecht de la primera época.
Los mismos senderistas en
entrevista a un diario local proclive, denominan su teatro Teatro de guerrilla,
tomando el nombre que le dieron en Brasil durante el período de la dictadura
militar de los años 60 al teatro de provocación política que se hacía en las calles,
plazas y mercados, con el objeto de inducir la discusión en el público, para
denunciar los crímenes del gobierno. Teatro a veces panfletário y siempre de
política contingente, coyuntural, del cual fuimos testigos en el Brasil hace
unos cinco lustros.
El teatro de las senderistas incluye cantos, danzas,
música, mimos, sin escenario convencional y ellos de protagonistas. Su origen
está en el ingenuo, pobre y esquemático teatro chino de la tristemente llamada
revolución cultural.
Ahora bien, al margen del proselitismo de Sendero, el
teatro peruano, como toda la sociedad peruana, está, de algún modo más o menos
significativo, tocado, influido, conmocionado por la violencia.
La violencia se
respira, se vive a cada minuto en Lima y mucho más en la Sierra , en donde el
campesino está entre dos fuegos, el terrorismo de Sendero y la represión
institucional. Algunos de los grupos han entrado a los comunes procesos de
crisis de quienes hacen teatro de compromiso social, con cambios de diverso
origen en sus procesos creadores.
Han dejado momentáneamente de producir
espectáculos para reflexionar al interior. Los últimos cinco años han sido
ricos en seminarios, talleres, encuentros, investigaciones para autoanalizarse
y para mirar el entorno, lo que está sucediendo y para concebir el futuro, el
mañana que vendrá y que está gestándose, germinando por todas partes entre
nosotros.
Este último lustre ha servido para el aglutinamiento y la
organización (aparece MOTÍN Lima y el año 90, MOTÍN Nacional con todas las
regiones). En la obra, texto y acción escénica, surge la violencia
elípticamente o bien el símbolo a la metáfora o el rito, o subtextualmente,
pero está presente, referencial o testimonialmente.
La destrucción de la
estructura familiar, del ayllu en el campo, de la población o la comuna en lo
urbano, todo este dolor es el marco referencial de una parte importante del
teatro. La vida cotidiana aparece como un fresco anómico de destrucción y de
muerte.
Aún los modelos del viejo teatro, Las bacantes de Eurípides (Grupo Ensayo-Director
Jorge Guerra) aparece destacado, contextualmente planteada, la violencia frente
al poder. De la versión en quechua de un Wilde adaptado, emerge la vioencia
actual y peruana.
El balance de lo que estamos viendo lo harán los sociólogos y
los analistas del teatro a fines del siglo. Ahora se camina muy rápido.
En la
década que iniciamos, van a producirse cambios de importancia decisiva. No
somos augures para avizorar lo que está más allá del horizonte. Pero si sabemos
hacia donde sopla el viento que va a henchir las velas del barco teatral.
Y es
en busca de tierra, como Colón, pero de una tierra que ya conocemos y en donde
está sembrada la semilla que va a germinar. Ese teatro busca sus raíces en el
ancestro ritual, porque el teatro es siempre rito.
El teatro, arte efímero,
quiere ser memoria social, a través de la emoción y la reflexión, y se prende
de la conciencia del pueblo para alcanzar sus ideales y sus esperanzas.
FIN
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