Matt Otto es actualmente el Profesor Adjunto de Estudios de Jazz de la Universidad de Kansas (KU) la enseñanza de la teoría de jazz y rendimiento, Jazz Combo 1 y clases particulares. Matt es también profesor adjunto en la Rutgers New Brunswick enseñanza de cursos en línea en la improvisación del jazz, la teoría y el rendimiento.
Como todo artista ha sufrido la exhibición ante un público y el miedo que esta situación ocasiona y de su experiencia nos presenta algunas pautas para superarlo ya no desde el punto de vista de un orador, sino desde el de un músico, pautas que tambien se aplican al teatro.
¿Miedo escénico? Así lo superé y aprendí a hacer presentaciones
Matt Otto.
Lo que vas a leer a partir de ahora no es una colección de consejos que
combinan psicología, ansiolíticos o trucos en el escenario, sino mi propia
experiencia, y cómo logré salir al escenario sin tener que mirar atrás. No
pienses en auditorios atestados ni un numeroso público: en mi caso y por
cuestiones laborales, me tenía que enfrentar a audiencias de entre 20 y 30
personas, y créeme, no necesitas mucho más para que tu cerebro active el
bloqueo. Por otro lado, en mi caso tuve la suerte de encontrar recursos o la
fuerza suficiente para poder superar el bloqueo en pleno escenario y continuar
con la presentación, pero date por seguro que sentí a la perfección el pánico
que han vivido estas figuras públicas.
Los métodos tradicionales fallaron
No sabría decir cuál es el desencadenante en concreto que activa el
bloqueo, pero comencé a adivinar cuándo comenzaba en mi cabeza. Y me costó
bastante tiempo. Lo puedo resumir todo en una sola palabra: expectativas, y no,
no necesariamente las del público, sino principalmente las que uno se marca
cuando sube al estrado. El miedo al fracaso es algo inherente en el ser humano,
lo que sucede es que en algunas personas es más evidente y puede generar el
bloqueo. Lo cierto es que por fortuna nunca llegué a "autosabotearme"
ninguna exposición como consecuencia del miedo, pero cada una de ellas las
vivía como una auténtica agonía. Pastillas, libros e incluso meditación... lo
probé absolutamente todo, y sin embargo, ese duendecillo aparecía siempre
minutos antes de la presentación. Un vistazo rápido a la sala atestada, un
cruce de miradas con alguno de los asistentes, y ya. Se desencadenaba la
pesadilla.
Pero un día logré vencer. ¿Cómo? admitiendo mi derrota. Un buen día decidí
terminar con la agonía previa a la presentación viviendo intensamente en casa
el miedo al fracaso en el peor de los escenarios. Superada esta angustia
descubrí que todo seguía en su sitio y me presenté en la charla con la firme
determinación de aceptar que algo podía ir mal. Me entregué al destino con
todas sus consecuencias ¿y adivinas qué sucedió? No sólo no sentí el latigazo
del pánico ni el bloqueo, sino que comencé a disfrutar de las presentaciones.
Si llegado a este punto has entendido que llegué a superar el miedo estás en un
error: acepté el miedo como una parte muy importante de mí. Un buen amigo y
mentor, curtido en presentaciones, me explicó en una ocasión que él seguía
pasando una mala noche la víspera de una exposición en público, y eso le servía
para precisamente no perder la tensión. Y estamos hablando de un profesional
que impartía hasta cuatro seminarios a la semana...
Mis técnicas home-made:
Pero en realidad, el objetivo detrás de este artículo es brindar ayudar a
la gente que se encuentre en la misma situación, y sí, uno también cuenta con
sus truquillos que despliega en la medida que sean necesarios. Vamos con ellos:
- La confesión
pública: Sí, hay días malos
en esto también. O tal vez auditorios atestados que impresionan demasiado.
En ambos casos, pretender pasar por un curtido orador que domina al
público cuando en realidad te tiemblan las piernas, es carne de fracaso
seguro. ¿Qué hacer en este caso? Admitir abiertamente el miedo. El ser
humano no perdona la soberbia, pero sí la humildad y honestidad: si uno
tiene miedo escénico y lo confiesa abiertamente ante el público, éste se
relajará y es fácil que se divisen sonrisas entre los asistentes que sin
duda romperán el hielo.
- El primer
minuto: Lo tengo comprobado.
Esto de las presentaciones en público es como subir un puerto de montaña
en bici, pero uno muy cortito. En concreto de poco más o menos un minuto
de subida. En mi caso, superar ese primer minuto hablando con nervios es
como llegar a la cima y a partir de ese punto comienza un cómodo descenso.
En ese primer minuto habrás podido observar varias caras y tu voz se habrá
afianzado. Paciencia y constancia.
- Sentirse
cómodo: Dirás que se trata
de una clase de brindis al sol... Todo el mundo quisiera sentirse cómodo
en el escenario, pero ¿cómo conseguirlo? Uno se siente seguro cuando no
tiene miedo a las consecuencias. Si los días previos te has 'vaciado'
aceptando esta debilidad y has comenzado hablando admitiendo que te
tiemblan las piernas, habrás demostrado a la mayoría que tienes más valor
que los que disimulan, y ahí encontrarás la fuerza para estar a gusto y
hablar con templanza.
- Habla
despacio y con contundencia:
No hay que volverse loco. Si estás ahí arriba es por algo, por muy malo y
flojo que tu cabeza te diga que eres: habla alto, explica y disfruta,
porque realmente eres posiblemente la persona que más sepa de lo que
expones en la sala.
- ¿Y si falla
algo?: la ley de Murphy es
ley por algún motivo, y eso lo sabemos bien quienes hemos tenido que
hablar en público. Lo que hay que intentar es minimizar las posibilidades
de que algo falle y para ello, siempre tengo la costumbre de ir a la sala
un día antes y comprobar cables, wifi y lo que sea necesario. Pero si con
todo eso además el proyector muere en plena presentación o el portátil se
queda en blanco, lo mejor es seguir adelante con lo que recuerdes. Hay que
recordar que el que sabe ahí eres tú y tú manejas los tiempos.
Al final y paradójicamente, he descubierto que la manera de hacer
desaparecer lo que antes consideraba como un problema consiste en aceptar
que ese miedo forma parte de uno y actuar con naturalidad en base a
este hecho. Y no, no he conseguido librarme de la tensión previa a las
presentaciones ni de las dudas sobre si lo haré bien o no, pero al menos he
comenzado a disfrutar cada vez que me enfrento a una audiencia, y supongo que
eso se deja notar en la calidad de la presentación.
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