En anterior oportunidad publiqué acerca de la adaptación de un texto literario al teatro, y puse como ejemplo un cuento.
Esto ha motivado que en conversaciones con amigos se haya puesto de manifiesto el hecho de que la mayoría de adaptaciones de cuentos al teatro sean de los llamados "clásicos" los mismos -que a mi entender- tienen muchas limitaciones y están definitivamente obsoletos.
En lo personal prefiero infinidad de cuentos tradicionales y folklóricos mucho más variados, como los chinos, japoneses, rusos y obviamente los latinoamericanos, aunque en muchos de esos casos más que cuentos son mitos y leyendas.
Hace varios años, el maestro Ernesto Ráez publicó en su libro . “Juegos Dramáticos Para Educación Inicial”.-
Ediciones Centro Cultural Nosotros. 1982 un estudio sumamente interesante sobre los cuentos y lo que él llama "los ismos negativos".
Hoy voy a publicar justamente ese artículo para que quienes están buscando adaptar cuentos al teatro se olviden un poco de "La cenicienta" "Blanca Nieves" y el resto y dirijan su mirada a otros horizontes que les ofrecen mejores temas para montajes que de seguro serán exitosos.
LOS CUENTOS
INFANTILES
La mayoría de cuentos infantiles de los llamados “clásicos”,
encierran mensajes subliminales, ideas escondidas o formas de pensar camufladas
en su contenido. Así, sin quererlo y por la costumbre, vamos inculcando en
nuestros alumnos ideas y conceptos negativos que van a grabarse en su
subconsciente y condicionar su futura forma de ser. Quizá se podrá argumentar
que es un exceso, que los cuentos son solo eso: cuentos, sin embargo ese
aparente lado inocente del príncipe que conquista a la princesa venciendo
múltiples obstáculos, va a marcar la vida futura del niño o niña que los
escuche.
Para una mejor comprensión, consideremos ciertos “ismos”
negativos:
El Terrorismo: Los cuentos para niños están llenos
de terror, de miedo, de actos crueles, de fantasmas, brujas, ogros, crímenes o
castigos sangrientos. Así, al lobo de Caperucita se le abre la panza y se le
rellena con piedras de tal manera que ya no pueda caminar; o a la bruja de
Hansel y Gretel se le sancocha en un perol de agua hirviente. En otros casos la
bruja, convertida en dragón, es atravesada por una espada, o el gigante es
despeñado de lo alto. Esto va a ocasionar en el niño miedos: a la soledad, a la
oscuridad, al cuco, se asusta de los ancianos, etc. En estos casos lo que debemos
hacer es tratar al malo del cuento en forma ridícula, que se le vea débil, hay
que hacer que el niño se de cuenta que la aparente debilidad de los buenos está
en que no saben cuan fuertes pueden ser cuando se unen. De otro lado, el
ingrediente imprescindible de los cuentos para niños debe ser la risa, no el
temor.
El Catequismo: En muchos cuentos, los autores se detienen en demasía en
los consejos morales o apuntan a la moraleja en lugar de exaltar los valores.
El niño acepta la moraleja en una fábula, porque reconoce que
es su razón de ser, pero la trampa del sermón es tediosa y aburre. Así, debemos
evitar los términos abstractos. No decir simplemente que alguien es bueno o
malo, sino señalar concretamente por qué. Es mejor decir Julio ayudaba a su familia,
que decir: Julio era bueno.
El Ilusionismo: En muchos cuentos se deforman las situaciones concretas de
la realidad, brindándose ilusiones o relaciones falsas que distorsionan la
realidad del mundo como es. Aquí se puede hacer un símil con las telenovelas o
las novelitas de amor que distorsionan la realidad. Pero aclaremos, el
ilusionismo no tiene que ver nada con la fantasía del niño y su imaginación,
las cuales son perfectamente validas en los cuentos, ya que éstas no tienen
nada de anticientíficas, el ilusionismo si. Veamos el ejemplo en el cuento de
Grimm “los seis compañeros”, aquí el niño puede aceptar que alguien arranque
varios arbolitos de raíz, pero lo que no acepta es que puedan amarrarse con uno
de ellos. Debemos evitar también a los príncipes azules que se casan con
aldeanitas pobres, porque no se acercan a la realidad.
El Mesianismo: El muchos cuentos, la salvación viene de “arriba”. Siempre
es el hada madrina, o el gnomo los que ayudan al héroe a conseguir lo que
busca. La suerte se institucionaliza y el propio esfuerzo y la tenacidad de
carácter se minimizan o anulan. Hay un cuento en el que el héroe es tan inútil
que un gato mentiroso y ladrón tiene que ayudarlo en todo momento: “El garo con
botas”.
Aquí debemos mostrarle al niño que el esfuerzo es el único
camino para triunfar, no hay destino, ni suerte, ni ayuda “de arriba” fuera del
esfuerzo personal. El mesianismo debilita a los grupos humanos, haciéndoles
esperar lo que por iniciativa y esfuerzo común pueden lograr.
El Individualismo: Esta es una variante del mesianismo a nivel humano:
esperar al héroe, al superdotado a que nos de una manito. La solidaridad es el
valor que debe destacarse en los cuentos, porque la unión hace la fuerza. La
eficacia del trabajo colectivo, de la amistad, son temas que pueden reorientar
la visión individualista del niño o de la historia en general.
Otro aspecto ligado al individualismo es el machismo. Los
cuentos perennizan la imagen pasiva de la mujer bonita y hacendosa, esperando
su salvación del hombre que todo lo puede, que lucha por ella y al cual debe
amor y obediencia. Aquí debemos de valorar el carácter complementario de la
pareja. El valor de la unión entre hombres y mujeres es lo más conveniente.
El Consumismo: Quizá parezca paradójico hablar de consumismo en cuentos
infantiles generalmente medievales, pero no olvidemos que fue en esos tiempos
que se forjó nuestra cultura. No obstante, en la mayoría de los cuentos la meta
es alcanzar poder, obtener joyas, honores, riquezas sin límites para ser
realmente felices. Aquí se excluyen los valores del trabajo y del pensamiento
que son los que se deben destacar. El problema de la felicidad en el mundo no
está en que unos pocos acaparen riqueza, sino en que ésta sea bien distribuida.
El Extranjerismo: Los países lejanos, exóticos y de ensueño, refuerzan el
ilusionismo y la idea de que “nadie es profeta en su tierra” y que solo se
puede triunfar en el extranjero. No queremos caer en extremos, pero es
necesario que los cuentos se arraiguen en nuestra patria, en los valores
locales. Aquí tenemos innumerables y bellas leyendas que deben ser difundidas,
pero además al hablarles a los niños de lo nuestro, aprenderán a ligarse a su
realidad inmediata. Hay que inculcarles a los niños a que busquen soluciones a nuestros
problemas con nuestros propios recursos.
El Pasadismo: Casi todos los cuentos nos hablan de épocas y formas de
vida pasadas. Recuérdese la facilidad con que el príncipe va a caballo a un
reino vecino. Eso era valido cuando se iba de feudo en feudo, no ahora que las
ciudades son muchas y muy lejanas. La vida marcadamente rural del medioevo
hacia suceder todo en cabañas. Hoy se vive en edificios de cemento y ladrillo y
ya no andamos a caballo sino en automóvil. Debemos desterrar también al rey. Los
niños reconocen que el rey es el gobernante de la ciudad. Pues bien,
hablémosles de alcaldes o gobernadores o de presidentes que les son más
asequibles.
El Esoterismo: Los cuentos plantean muchas veces formas esotéricas de ver
el mundo, no siendo simples fábulas infantiles, sino un conjunto de datos de
carácter doctrinal. Por ejemplo: la corona, cetro y zapatos del rey, así como
la mitra, báculo y sandalias de Papa, se corresponden con el yelmo, la espada y
las espuelas del caballero; que recuerdan a su vez al petaso (sombrero),
caduceo (cetro) y sandalias aladas de Hermes.
Esto en los cuentos se convierte en el gorro que hace
invisible, el bastón que hace invencible y las botas de siete leguas que
permiten estar en todas partes.
Vemos que estos conceptos corresponden a una mentalidad
mágica que debe ser superada. Si entre estos recursos hay una simbología que
pueda ser rescatada, hagámoslo, pero instalando al niño en el presente, cuyo
futuro debe continuar.
El Tecnicismo: El lenguaje debe ser sencillo pero variado, expresado en
oraciones breves, concisas y concretas. Las oraciones largas no permiten
concentrarse al niño.
La narrativa debe ser
lineal, pero muy activa y de suspenso, sin muchos enredos, con incidentes
activos que reemplacen las reflexiones insulsas.
Aun así, las viejas formulas de inicio siguen siendo
válidas. “Había una vez… erase que se era… por aquellos días…”
Con estas consideraciones a la mano, los docentes ya tenemos
otra óptica de los cuentos.
Solo nos queda atrevernos a cambiar en bien de nuestros
alumnos.
******************************************
No hay comentarios:
Publicar un comentario