UN TEATRO SUICIDA - 2ª PARTE

Esta es la segunda parte del artículo escrito por Andrea Salmerón:

UN TEATRO SUICIDA

Segunda parte: "Los actores"


"Acabo de ir a un examen de segundo grado de Licenciatura en actuación -El Jinete de la divina providencia de Oscar Liera- y me conmovió el gran talento de los jóvenes.  Las últimas evaluaciones a las que he asistido muestran los grandes actores que están por llegar.

Disfruto mucho el trabajo de los estudiantes; están verdes, su necesidad por demostrar que actúan los hace sobre actuar, se atropellan porque no saben contener su energía, están llenos de vida, hambre, disciplina y de pasión pura. Detrás de sus imprecisiones y engolamiento por la híper conciencia de técnicas medio aprendidas, están ellos: jóvenes individuos con una necesidad urgente de alcanzar la plenitud. Me emociona ver más allá de su incompleta formación, destemplada todavía. Recuerdo cuando tenía su edad. Me reconozco y conmuevo.

Cuando veo la pasión de estos jóvenes me enfurezco con las escuelas que en lugar de formar profesionales del teatro, escupen cada año actores confundidos que no saben enfrentarse al mundo laboral: No saben hacer un casting, tomarse fotos decentes, gestionar un proyecto ni armar una carpeta, no saben conseguirse un trabajo ni llenar su teatro. Cuando se den contra la pared una y otra vez, pasarán a engrosar las filas de los teatreros enojados que se quejan por todo.
Y eso pasa porque solamente hay exámenes de actuación. Me gustaría ir a exámenes de producción o difusión; exámenes de gestión cultural, de promoción, exámenes interdisciplinarios…

En el Centro de Capacitación Cinematográfica, los alumnos deben rolar los puestos en sus prácticas profesionales y cuando salen de sus aulas, muchos ya van dirigidos a ser fotógrafos, directores, productores, editores, guionistas y entre todos arman un proyecto; todos son necesarios e importantes. Durante su formación, todos sirvieron cafés, jalaron cables, produjeron, coordinaron y chalanearon. En cambio, la mayoría de los egresados de teatro no saben más que actuar.
Eso es como ser arquitecto pero nomas de acabados, como ser médico pero nomas de los oídos, como ser historiador pero nomas de  Pancho Villa. 
Eso, dirán es una especialización. Para especializarse hay que dominar el panorama general. Un arquitecto puede decidir solamente hacer acabados de lujo, pero debe ser capaz de proyectar un edificio; un otorrinolaringólogo fue antes médico general y un historiador puede especializarse en Villa (como mi hermano), pero debe dominar la historia universal y la de México. Los mejores escenógrafos, por ejemplo, estudiaron arquitectura.

Una carrera en teatro debiera presentar un amplio panorama de la profesión para que después el joven estudiante decida si quiere ser productor, actor, gestor, director, promotor o  todas esas cosas, por turnos; porque claro, todos queremos recibir el aplauso y ponernos intensos, pero también hay trabajo rudo que hacer y sin gestor no hay proyecto, sin productor no hay producto,  sin promotor no hay público y sin público no hay teatro. Punto.

El profesional del teatro debe saber sobre gestión, producción, promoción, y por amor de Dios, sobre derechos de autor. Es más, las escuelas de teatro deberían empezar por lo más aburrido, así vamos filtrando gente.

Recién egresada de la ENAT,  ingresé a la Licenciatura en Psicología de la UNAM muy entusiasmada por todo lo que aprendería sobre el pensamiento y las emociones humanas. La primera materia que había que estudiar era Neuroanatomía. Y deserté.
En el teatro que no está pensando a priori para lucrar (dejaré de llamarlo comercial, porque como escribí en la columna anterior, todo teatro debiera ser comercial), los productores no pensábamos ser productores; nos formamos sobre la marcha, y nos fuimos quedando en la producción porque somos poquitos y eso nos dio mucha chamba.

Los actores salimos de la escuela siendo bastante inútiles. Y vamos aprendiendo solos. Eso nos lleva como diez años. Recuerdo cuando Carlitos Cobos, actor invitado en mi examen de tercer año nos dijo: -Hermanitos, diez años le lleva a uno empezar a entender esta carrera. Diez años. Yo me la he pasado re mal pero ya voy levantando-. No todos somos tan pacientes y amorosos como Carlos Cobos. Y no entiendo porqué. Al final, diez años le lleva a un médico especializarse. En las escuelas de medicina, antes de cubrirse de gloria hay que aprender a tomar la presión;  en música hay que empezar por solfear, en  cine hay que jalar cables.
Las escuelas de teatro son el mundo al revés. Empiezan por una especialización y luego escupen al actor al mundo a que aprenda lo básico.

El mejor teatrista, es el que conoce su quehacer en forma global y hay mucho que aplaudirle, porque lo ha aprendido solo".





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